sábado, 18 de febrero de 2012

New York Prelude


Ha pasado tan rápido que no sé por donde empezar. 
[Hace poco menos de dos años ilustraba aquí uno de mis sueños recurrentes, imaginándome bailando en Nueva York sobre suelas rojas.
Hubo un día, el doce de noviembre de dos mil diez, que lo que era un anhelo imposible, un “por pedir, que no quede”, empezó a convertirse en realidad. Los zapatos, el viaje, el bolso. Tres palabras en el podio de mi más frívola lista de deseos.

Hoy las suelas rojas brillan en mi armario, EL BOLSO está en camino y del viaje me quedan recuerdos, fotos, y varias Smythson llenas de garabatos. 


Veré como hago para adaptar estas últimas al blog para que, por una vez, mi valle de lágrimas sea también el lugar donde volcar mis mayores alegrías. Aquí va el primer (mini) capítulo.



[ Estoy a punto de aterrizar en el JFK, y en mi interior no encuentro descanso. ]
Tengo sueño, el corazón me palpita aceleradamente y por mi mente pasan millones de imágenes mientras sobrevuelo la ciudad que me obsesiona, me inspira, la ciudad que me hizo llorar de alegría el día de mi dieciocho cumpleaños. 
Y me imagino que esto sonará a niñata wanna-be, a nueva rica en sus dulces dieciseis o, peor, a lectora de cosmopolitan. Pero en realidad poco tiene que ver con logos, las marcas, los famosos y Sex and the City. 
Es la máxima expresión de todo lo que me gusta y me inspira. La música, la moda, la gente, el arte. El lujo decadente del jazz de los veinte, las novelas de Edith Wharton, la publicidad de los cincuenta, Bianca sobre aquel caballo en Studio 54, el lugar que hacía feliz a Holly Golightly... Los bares donde aquellos que venero fumaban, bebían y se inspiraban, la redacción de la revista en la que sueño trabajar.


Hoy más que nunca quiero parar el tiempo y vivir al máximo cada segundo. Beber, comer, caminar, mirar, devorar la ciudad como si no hubiera mañana. Ya os iré contando si Whitman tenía razón.

"No hay ningún lugar igual, ningún lugar con un átomo de su gloria, orgullo y exultación. Arrebata las entrañas del hombre, que se emborracha de éxtasis, que siente que no podrá morir nunca."


Un beso grande, Bi.
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