siento algo extraño por dentro.
mis grandes pasiones se tambalean, los vicios ya no tienen sentido.
tú ya no estás. y ya ni me importa. sueño con los versos de Neruda. él y Matilde también comenzaron su amor escondidos.
quizás mi error estuvo en que yo no era tu Matilde, sino una Delia del Carril más.
las palabras de amor que Pablo le escribió, en prosa, y en verso, se me hacen lejanas.
ya ni una letra tiene sentido.
en realidad, ¿qué tiene sentido ahora?
y, mientras, llega Mayo.
y el curso se acaba.
sé que en realidad yo no te quise tanto, y tu me quieres más de lo que creo.
y a veces esa idea loca se me viene a la cabeza: puede que todos tuvieran razón, y nadie lo entendía porque en realidad no era normal.
más lo es ahora. mientras todavía pululas a ratos por mi vida, mi mente, mis corazón. y también por mis brazos.
Salgo, y aunque esté sola en casa, paso la noche a base de macarons y té verde helado.
yo busco consuelo entre las palabras de Pavese y las fotos de Vogue.
Pero Pavese está muerto, y sus palabras son siempre las mismas.
Y Vogue por momentos parece muerta también.
Ni siquiera Vogue París, antes una apuesta segura.
Todo es lo mismo.
Carine, te echo de menos.
Echo de menos esa época en la que quienes hacían las revistas de moda daban por hecho que quien las leía era un público interesado en moda.
Ya lo dijo The Guardian: "what distinguishes French Vogue is its natural assumption that the reader must have heard of these beautiful people already. And if we haven't? The implication is that that's our misfortune, and the editors aren't about to busy themselves helping us out."
Honestamente, que en Vogue sientan que es necesario que me expliquen quien era Irving Penn, o Corinne Day, o por qué un Birkin se llama Birkin, o que Lagerfeld no siempre estuvo en Chanel, o cual es la relación de Rouge Noir con Pulp Fiction, casi parece un insulto.
No se trata de que todos los que leen Vogue tengan que saber absolutamente todo sobre moda, más bien al contrario, muchos somos bastante menos que iniciados en el tema. Pero, no sé. Te esperas ser tú el que tenga que indagar por tu cuenta; Vogue no es ningún manual.
Es como si en el Marca se parasen a explicarte qué es un fuera de juego, o en El País te explicaran que antes de Zapatero estuvo Aznar, y antes Felipe, y antes Calvo-Sotelo, y antes Suárez.
simplemente, no ha lugar.
y así se banaliza la Biblia de la moda. se mezcla con cuores en las carpetas de algunas bloggeras fanáticas con cámaras reflex colgadas al cuello. chicas que pasean su speedy como si del sumum de la moda se tratase. y en realidad no es más que el summum del neo capitalismo, de los hijos de nuevos ricos que exhiben logos en bolsos y cinturones.
y me pregunto si dentro de unos años me veré a mí misma comprándole el speedy lana monogram a mi hija en su dieciseis cumpleaños.
o si por el contrario le explicaré que no hay logo que valga tanto como la calidad de un bolso bien hecho. Y que será mejor que ahorre eternamente para comprarse un Hermès.
A lo mejor le explico por qué admiro locamente a DvF, o que no compramos Moët Chandon para no darle aún más beneficios al señor B.A.
A lo mejor algún día consigo transmitirle mi amor por este octavo arte,
quizás entonces yo sepa suficiente sobre él como para saber transmitírselo,
y para que ella, cuando una amiga suya le coja la Vogue y le diga algo como: esta revista es horrible, sólo hay anuncios. ; o: Vanesa Paradise es feísima, no sé a qué viene que la pongan anunciando Chanel; y, sobre todo: no sé cómo te pasas tanto tiempo pensando en estas cosas..
ella no se quede sin palabras, como me pasó a mí tantas veces, y pueda responder algo así:
This... stuff'? Oh. Okay. I see. You think this has nothing to do with you. You go to your closet and you select... I don't know... that lumpy blue sweater, for instance, because you're trying to tell the world that you take yourself too seriously to care about what you put on your back. But what you don't know is that that sweater is not just blue, it's not turquoise. It's not lapis. It's actually cerulean. And you're also blithely unaware of the fact that in 2002, Oscar de la Renta did a collection of cerulean gowns. And then I think it was Yves Saint Laurent... wasn't it who showed cerulean military jackets? I think we need a jacket here. And then cerulean quickly showed up in the collections of eight different designers. And then it, uh, filtered down through the department stores and then trickled on down into some tragic Casual Corner where you, no doubt, fished it out of some clearance bin. However, that blue represents millions of dollars and countless jobs and it's sort of comical how you think that you've made a choice that exempts you from the fashion industry when, in fact, you're wearing the sweater that was selected for you by the people in this room from a pile of stuff.
Ya lo dijo Bublé: Keep it on your head, HOLLYWOOD IS DEAD
Y tanto que lo está, Michael. Hasta las corrientes algo alternativas lo están. Mira Woody Allen, y su Vicky Cristina Barcelona –que solo se salva por Penélope-. Intenta buscar un ápice de aquel humor genuíno en sus últimas películas.
No hay.
It’s gone.
Esta semana dos de mis tweets llevaban el hashtag #whatthehellisgoingon
Y me lo sigo preguntando: ¿qué está pasando?
Revisando libretas algo antiguas, vi una frase que copié de una Vogue de 2007: “respiren tranquilos, los ochenta dejan paso a los setenta..”
Y tuve que releer la fecha. 07?
pero no se supone que la vuelta a los '70 es algo de esta temporada?
Primero fueron los '50 con aquellas faldas 3/4 de Prada y Louis Vuitton, ahora los setenta -otra vez.
¿No son las asociaciones a décadas un recurso demasiado fácil?
Y los setenta, más fácil aún. Paso páginas y sólo veo aquel estilo de Studio 54 una y otra vez. Y pantalones rectos, y Diane Keaton. Enough.
¿Qué ha pasado con esa creatividad? ¿Esa osadía en cada editorial de la revista que Roitfeld capitaneaba con maestría?
Je ne sais pas, je ne sais pas.
Joder, esa es la razón por la que desde el primer número que ocupó mi estantería nunca pude dejar de comprar Vogue.
Porque sus páginas me tenían enganchadas durante horas, no sólo a la revista: también al ordenador, a libros de teoría sobre moda, a álbumes de los fotógrafos más prestigiosos.
O discutiendo conmigo misma sobre explotación infantil, sexo, drogas, rock and roll y el uso de pieles como prenda de vestir.
Me activaba la mente y desarrollaban mi imaginación. Me llevó a clubs que hoy ya están cerrados, me presentó a divas que están muertas, al fotógrafo predilecto de Lady Di. Me enseñó que impossible is nothing. Que casi cualquier color puede ser el nuevo negro.
Ahora veo las fotografías de Vogue y todo me suena. Leo los nombres y ninguno me es desconocido. ¿donde está aquella revista que cada mes me descubría un nuevo mundo, me sorprendía con fotografías dignas de museo, que de hecho poblaron las paredes de varios?
Recuerdo mi primer ejemplar, era la edición británica. Mi profesora de inglés me la desaconsejó, porque el estilo que empleaban al escribir era complicado.
Rebuscado, poético.
Porque hablaban de moda con pasión, conocimiento y virtuosismo.
¿Es que ya nada me satisface?
¿Es que ya lo he visto todo, lo he leído todo, me he emborrachado de revistas de moda?
Lo siento, a penas tengo dieciocho años, y me niego a creer que nada me pueda
sorprender ya. De hecho, me queda mucho, más que mucho, por ver, descubrir y aprender.
Gracias a Dios, Harper’s Bazaar sigue existiendo para demostrarme que el no-va-más es posible. Que sigue siendo posible un periodismo diferente. Que a estas revistas llenas de anuncios se les puede llamar periodismo.
Que meterme en esta carrera no ha sido un absurdo, y que podré algún día conseguirlo, conseguir formar parte de esa lista de nombres que cambiaron la forma de entender este género.
Anna, Carinne, Grace, dello Russo.
O quizás conozca algún día a Yolanda, y pueda decirle, de tú a tú: por favor, por favor, arriesga.
Tengo mucho en mi mente sobre esto y todavía tengo que ordenar mis pensamientos.
Estoy confundida, desilusionada. Y tú ya no estás ahí para obligarme a parar este vómito de ideas.
Espero que vosotros podáis digerirlo de algún modo.