Llego a casa tarde, cansada.
Me siento en el descansillo –es una larga historia, dejémoslo en “cosas de la wifi”- con la usual taza de té, el MacBook, y unas cuantas revistas viejas para re-ojear, re-descubrir e inspirarme a secas (y tan secas, el rooibos hierve y no puedo probarlo aún).
Paso páginas de Vogues que me incitan al consumo, hojas y hojas de editoriales magistralmente dirijidos por Carinne, estilismos de Giovanna. La siempre sorprendente Dazed & Confused. Entrevistas geniales de la Harper’s, la ironía clásica de la Vanity y...oh. De pronto, las Esquires.
Esquire.
Esa ventanita (con tipografías guays) al universo de los hombres que amo. Y los hombres que amaría, al menos, tener en mi lista de contactos. Aunque sólo fuera para robarles sus camisas.
Bueno, en realidad, qué más dá. No quiero una relación al uso.
Me vale un hombre que me hable de moda masculina con gusto, que me descubra nuevas marcas de ginebra cada noche de verano, que no me pida fuego, que me pida consejo al abrir el armario antes de salir, pero sin el tono perezoso de mi ex, más bien como una aventura.
Un hombre, en definitiva. que use camisas blancas a veces, pocos logos y los zapatos apropiados para la ocasión.
Que disfrute de un buen Jack Daniel’s con hielo, que sepa quién es Don Draper, y, si me apuras, Dick Whitman.
Que fume (o no) pero que, llegado el caso, sepa hacerlo con clase. El señor Draper, arriba mencionado, sería una útil inspiración.
¿está por ahí? Una persona, digo, que jamás me regale nada en forma de corazón, y flores muy pocas veces. Que encienda las velas justas y conozca los mejores hoteles.
Que me lleve a Wimbledon y juntos hagamos competencia a una de mis parejas favoritas en las gradas. Hablo de Button & co.
Sí, por qué no, que le guste el tennis. O el baloncesto, tanto dá. O el jazz –por pedir...-
Oh, vaya. Mi imaginación se ha desatado. Y ya que estoy... quiero que tenga una sonrisa torcida, mirada penetrante, misteriosa, rebelde.
Que me haga esperar alguna vez, que me haga volar por la autopista. Y en cualquier parte.
Y, por el amor de Dios, que sepa hacer al menos un puto Windsor.
Que coma como un cerdito, y tenga ese puntito de amargado en la mirada.
Pero que de todo me dé un poquito.
BONUS si sabe varias canciones de The Doors al dedillo.
Imprescindible compartir al menos algún director de cine favorito.
Sea como sea, la cita: Ezequiel 25:17 debería sonarle bastante.
¿Me he ido del tema? Mejor, volvamos –y terminemos ya- con aquel Esquire que acabé ojeando hoy al llegar a casa. Tiene algunas manchas pequeñas de salsa de soja en la contraportada y, entre las páginas, rastros de la época en que experimentamos con el tabaco de liar. Pero es en la portada donde está eso que me intriga, que me inspira, que me perturba y me ha llevado a las teclas después de aquel punto y aparte.
Y eso me lleva inevitablemente de Steve a James.
Dean.
Madre mía.
Y pienso un poco en todos ellos. Y algo me recuerda a esa mujer, diva, musa, qué sé yo cómo definirla.. que entre otras cosas, de hombres supo un rato.
Se ve que una vez, ella dijo:
“as long as you know men are like children, you know everything”.
Bi.
P.D. he intentado hacer una selección de fotos. Luego he pensado que qué carajo, que este es mi blog. Y las he puesto todas.