I just wanna let it go for the night, that would be the best therapy for me.
Cuando escribo sobre fiestas siempre tengo miedo a repetirme.
Es que, al final, todas tratan de Vodka, tacones y sentir la música hasta las entrañas.
Ya no tiene interés escribir sobre mi adorado antes-de, ni de la sensación de caminar sintiéndome poco menos que la dueña del mundo.
Pero este sábado ha sido mucho más que eso. Ha sido tan especial, emocionante, excitante, diferente.. que tenía que escribir sobre ello.
La melancolía que me invadió durante la semana fue un mero recuerdo cuando pisé Coruña.
Tú llamada para ver cómo iba todo, tu "me muero de ganas por dormir abrazado a ti esta noche", fueron de gran ayuda, pero nada comparado con lo que vino después.
Queríamos celebrar la mayoría de edad de dos de mis mejores amigas con una fiesta sorpresa en mi sótano.
Caminamos hasta la calle Barcelona para recoger la tarta, recorrimos supermercados en busca de celo con ella en las manos, nos desesperamos cuando el eco del sótano hacía resonar nuestras voces en toda la calle, y nos rompimos la cabeza para engañarlas para subir a mi casa.
Todo mereció la pena por las risas, los abrazos, las caras de sorpresa.
A veces se me olvida cuánto os quiero.
Cuando casi quedábamos sólo los íntimos subimos a mi casa. Las horas transcurrieron entre Absolut, copas de cocktail, cachimbas, substancias ilegales, póker, bailes y muchas fotos.
Al dar las tres mis mejores amigos (ahora sí, sólo nosotros) y yo bailamos descalzos sobre los sofás, sacamos los chupitos de plata de mamá y nos fumamos los últimos cigarros antes de bajar al Playa.
Caminamos hasta allí: toda la noche descalzas dio un respiro a nuestros pies, y, al fin y al cabo, el alcohol quita importancia a los centímetros de tacón.
Directos a la tarima, tomamos las últimas y cantamos esas canciones que tanto nos gustan.
Cuando te quieras ir avísame. Claro. Te he echado de menos. Así somos. Breves pero intensos.
Saludé a sus amigos y volví a la tarima.
Un par de canciones más, los últimos sorbos, una conversación con un amigo y sentí que era el momento de irse a casa.
Dormí abrazada a ti y con una sonrisa en la cara.
Resultó que dejarme llevar fue la mejor terapia para mí.
totalmente recuperada, Bi.
Soniaa decía en la entrada anterior que a veces lo mejor para curar la melancolía son "fiestas en las cuales por unas horas me olvido de todo".
Gracias. Tu frase ha inspirado esta entrada.
P.D. Perdón por las referencias a lugares de Coruña que la mayoría desconoceis. Lo siento, pero supongo que hasta septiembre serán cada vez más habituales. Ya tengo morriña por dejarla.