ya os echo de menos.

Empezó ya anteayer, cuando llegué a Santiago.
Puede que esta sea mi ciudad.
Lluviosa y morriñenta, al menos deberá presenciar mis cambios de humor los próximos cuatro años.

22/07/10, 1:46h.

Santiago es un mundo distinto, sobre todo la zona vieja.

Los adoquines hacen difícil caminar en tacones, y el aire es siempre húmedo, aunque el mar está lejos.
Los malabaristas vagabundean por plazas y callejuelas, y los bares más especiales se encuentran al final de unas escaleras.

Es un lugar fascinante, lluvioso, cultural, diferente. Es a Coruña lo que Barcelona a Madrid. Pero no es mi lugar.
No puedo salir de clase e irme al Vecchio a por mi latte; no voy a caminar por la calle Real y encontrarme a todos mis conocidos; correr a coger un taxi en el Obelisco, soñar con el escaparate de Loewe.
No voy a volver a usar jamás ese uniforme que me diferenciaba del resto pero me unía a mi segunda familia.
No voy a poder reconocer a alguien por el color de los cuadros de su falda, ni quedar en la esquina del Hesperia con mis mejores amigas para ir a reírnos un rato a la Tagliatella. No voy a caminar la empedrada cuesta del parque de Santa Margarita de vuelta a casa, ni escaparme contigo por la zona más desconocida de Coruña.
No voy a atravesar los Jardines para saludar a todo el mundo y quizás gorronearle bebida a alguien de camino al Rocco, ni tendré que convencer a todas mis amigas para ir al Playa.

Y, sobre todo, no voy a poder llamarte a ti para pedirte desesperadamente un vestido para el sábado o a ti para suplicarte que salgas esta noche.
No habrá más: "baja, que estoy delante de tu casa". Ni "oh dios, qué hago. necesito vuestra ayuda" Porque tú, y tú, estareis a más de quinientos quilómetros de distancia.


Pero sé que eso no significa nada en absoluto. Porque siempre podré llamaros y llorar, reír, o quedarme en silencio. Siempre tendré la absoluta certeza de que no hace falta que vivamos en la misma ciudad para sentiros aquí a mi lado.


Sí, habrá vacaciones, fines de semana. Y quién sabe si volveremos a vivir aquí dentro de estos cuatro años. Pero estas cosas nunca volverán a ser parte de la rutina. Son desde ahora momentos del pasado, recuerdos imborrables, simbólicas anécdotas de un capítulo de mi vida al que sólo podré volver en mi memoria, y que tendrán un hueco en ella para siempre.

Ya os echo de menos,
Bi.

P.D. tere, y a ti y a mí nos espera lo mejor. promise.