lo mismo de siempre

soltera o contigo, sociable, borde, en Coruña o Santiago, el colegio o la universidad.

al final, estos momentos siempre vuelven.

estas noches en las que las horas pasan, pero algo dentro de mí late todavía más rápido de lo normal. y siento ansiedad, y me tiemblan las manos.

y quiero lanzarme a la nevera, hacerme heridas en los dedos de las manos de tanto morderlos, gritar, llorar, dormirme de una vez.

el sueño, los nervios -quizás también el mac en mi regazo y el té recorriéndome la garganta- me acaloran.

te escribo un par de lineas, como si fuera un sms de aquellos que me mandabas cada noche antes de dormir.

quiero abrazarme a mi mamá, y sentir de nuevo las arenas entre los dedos de los pies.

la verdad es que, como siempre, no sé qué quiero.

y me viene ese pensamiento asolador: en realidad, ¿fui feliz alguna vez?

lo fui, claro que lo fui. no hace tanto de hecho.

vamos, iria, necesitas algo que te recuerde cuán feliz puedes llegar a ser.

¿qué hora es? tarde, es tarde. y en Roma alguien que sabe recordármelo estará dormido.

y pienso en ti, y en tu voz ahora rasgada, más madura. en ese idioma que parece creado para conquistar.

vamos, he vivido esto tantas veces.. al final me acuesto, con las mejillas heladas después de cataratas de agua salada, el estómago ardiendo de un té que no dejé enfriar y el corazón destemplado, inquieto de sentimientos que dentro de unos años parecerán estúpidos, residuos de una adolescencia difícil, como todas. O quizás no tanto.

y cuando llamo a gritos a Morfeo para que venga a rescatarme pienso en algo con lo que soñar, algo que me calme. y pienso en un abrazo inesperado.

de él, en mitad de la cena.

quizás de ti, si algún día nos volvemos a encontrar.

de ellas, que me adoran.

o, quién sabe, de ti, que estás leyendo esto y a penas me conoces.

Y supongo que al final me duermo.

y sólo entonces me lleno por dentro.

Bi.