Olvidando quien debo ser.

En mi primera entrada dije que este blog iba de vicios confesables.
Hoy necesito todos esos vicios.

Siempre, desde que tengo uso de razón, he sido una niña buena -que no conformista-.
Me portaba bien en casa, sacaba buenas notas en el colegio, escuchaba misa todos los domingos.
Creía que mi madre lo sabía todo, que mis amigas me querían, que Dios estaría ahí siempre.
Vestía con ropa de marca y no me gustaban las gominolas.
Era la hija que las madres de mis amigas querían tener, las novia que todas querían de nuera.

[Qué fácil es juzgar las apariencias.]

Cogí la costumbre de vivir fuera de casa un mes al año, durante el verano, con una familia extranjera.
Para aprender inglés, y escapar de mi mundo perfecto.
Escapar de ese flujo constante de la misma gente que me hacían sentirme tan sola.

Conocí personas maravillosas, descubrí que mis amigas no lo eran tanto, y supe que las que aguantaran junto a mi los peores años de mi vida, se quedarían ahí para siempre.

Me dieron mi primera decepción y mi primer beso en Galway, hice amigos y reí hasta morir en Cork, aprendí a sufrir sola en York, a interpretar un mapa, a pedir bebidas en Starbucks y probé por primera vez la absenta en Brighton, y en Malta... descubrí todos, todos, los peligros y placeres de la vida nocturna. Y me aficioné al Marlboro Light.


Y resulta que ahora me he enfrentado a profesores en el colegio, incumplo los mandamientos y a veces preocupo a mi madre.
Sigo siendo bastante ejemplar en apariencia, pero por fin me encontré y me acepté a mi misma.
Me di cuenta que seguir esas "normas" de conducta universales no son ninguna garantía de nada. Ser sincera contigo misma, sí.

[Qué facil es juzgar las apariencias]
Cuando era una niña buena nadie sabía que me esforzaba por devolver después de comer, que tenía pánico a mi mejor amiga y sufría crisis de ansiedad todas las semanas.

Ahora sé quien soy. Soy imperfecta. Y me gusta.

Un beso gigante, Bi.