Créetelo.

Cuando hablo por teléfono con amigos que están lejos siempre acabo por tener la sensación de que jamás nos hemos separado.
Lloro, río, hago memoria de mi vida en todo el tiempo que llevamos sin hablar, me desahogo y escucho.

En especial, adoro las conversaciones con Allegra.
Una de esas personitas que viven lejos, una amiga de Milán a la que le guardo un profundísimo respeto y un cariño sin límites.
Podemos pasar horas hablando del pasado y filosofando sobre la vida, el cine, el amor... qué se yo..

Un día, hace ya tiempo, me dijo que yo estaba destinada a convertirme en una Voguette.
a calzar unos Louboutin para ir a comprar a La Durée y ser fotografiada por Scott.
a caminar como mi adorada Audrey, beber Fiji y encontrar las joyas de los mercadillos.
todo lo demás, decía, yo ya lo tenía.

Cuando, muchos meses y Vogues más tarde, comprendí el significado de esas palabras, supe que aquel había sido
uno de los mayores cumplidos de mi vida.


Gracias, Allegra. Por esas palabras que hoy sé que no merezco.

Louboutins aparte, el secreto -decía mi amiga- estaba en sentirlo.
En creerse una Carine, o Anna (dello Russo), o Emmamuelle.
Y, por qué no, soñar con serlo algún día.